Escuchar es necesario, asentir ya es más
comprometido, las razones van en función de los intereses, cada cual tiene “su
razón” y curiosamente al oírla puede resultar comprensiva, esto está claro,
ocurre siempre que nos olvidemos del referente por el cual las distintas
opiniones pueden o deben ser rebatidas con el sentido único de la razón
universal. Pongo un ejemplo de razón irrefutable “en democracia se está al servicio de la mayoría y al ciudadano se le debe procurar su bienestar individual
por encima de cualquier otra prioridad”. Es tal esta razón universal que si
la obviamos rompemos las reglas del juego. Las organizaciones se deben a sus
socios o afiliados, a los clientes el servicio y la atención esperada, los
representantes políticos a la sociedad, o acaso nos hemos olvidado de esto. Eso
parece como si una ola de liberalismo nos hubiera invadido dejando a las leyes
del mercado el equilibrio solidario de la sociedad, así, aquello que de
servicio público tenía su función, si no es rentable, deja de existir. Los ciudadanos
ya no serán iguales ni ante la ley, habrá quien puede pagarla y por tanto será
asistido. El correo postal no llegará a lugares pequeños, ni el tren, no habrá
dispensario médico, ni escuela… Es el mercado, el voraz, frío y devastador mercado
que nos dejará daños colaterales por doquier, y que para el poder solo será
eso, daño colateral y tratarán de explicarlo, y habrá quien lo justifique y entienda
las razones.
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