El tiempo esa variable que a paso de tic,
tac, marca nuestra vida, aliado con nuestra voluntad y pegado a nuestro destino,
puede sin embargo, resultar engañoso, falso y traicionero, si confiamos nuestro
transitar sin más ponderación que el dejarlo pasar. El tiempo puede resultar un
factor favorable, si en él nos apoyamos con la necesaria ambición de ganarle la
batalla por la vida, o resultar detestable cuando nuestras circunstancias son
adversas en la lucha exigente a la que nos somete. Nacemos, crecemos y morimos,
en este transcurrir el infortunio, la desgracia, la enfermedad y la decadencia,
puede aliarse con él haciendo que resulte una carga, o podemos sofocar su paso
si nos hemos fortalecido en el amor, en la esperanza, en la confianza, en la
certeza de saber que cumplimos una función, la que esperan de nosotros. Aquí
estamos para dejar en los demás nuestra mejor parte, la comprensión y la generosidad.
Aliarnos con los sentimientos, entender el vivir como algo comprometido con uno
mismo, completa un ciclo de vida que deja sano lugar a quienes por nuestra
voluntad ocuparán el espacio cedido. Gracias a la vida, a la posibilidad de
disfrutarla, gracias por poder plantarle cara y decirle que seguimos vivos
mientras podamos administrar nuestros recuerdos y dar la mano a quien nos
ofreció compartir el camino hasta el inevitable final.
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