Adolfo Suárez fue el artífice de la transición política en España, un hombre de coraje y de profundas convicciones que lo convierten en el político de referencia.
Asistimos con el fallecimiento de Adolfo Suárez a una de las
despedidas más sentidas y posiblemente lloradas del hombre que nos llevó a la
democracia. Fue quien pilotó la gran transformación al llevarnos de a un
régimen dictatorial unipersonal y centralista, a una democracia participativa.
Adolfo Suárez fue el hombre del coraje, de la negociación y del consenso, un
hombre con valores muy profundos que se permitió enfrentarse a un sistema
autoritario con las únicas armas disponibles que tenía, su capacidad de convicción,
su personalidad seductora en las distancias cortas , un profundo compromiso
personal de llevar el país a la modernidad y a la libertad. Fue el hombre
elegido por el Rey con el perfil adecuado, ningún otro como él conocía el
aparato franquista que debería desmantelar, nadie con tanta convicción
política, moral, ética y religiosa que le dieron la fuerza necesaria para
entender que la necesidad de reconciliar las dos Españas pasaba por tener que
entregarse a la tarea con la pasión y el desgaste como sólo Adolfo Suárez
podría hacer aunque para ello hubiera de inmolarse y tragar con la ingratitud
con que fue recompensado.
Adolfo Suárez fue reconocido con el tiempo, cuando su silencio se hizo
latente, se le quería y se le respetaba pero no fue capaz de convencer a un
electorado para darle la confianza de seguir gobernando. Ahora le ofreceremos
un gran homenaje y entierro, fastos a los que en este país somos muy dados
cuando de despedidas se trata. Gracias, Presidente de todos.
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