Nos
enfrentamos a un tiempo excepcionalmente competitivo para nuestro comercio
local y no servirán viejas recetas, ni lamentarse de la falta de ayudas y mucho
menos situarse en un limbo a la espera de que escampe. Estos tiempos requieren
esfuerzos y una capacidad de innovación que podría superar nuestras posibilidades.
En este sentido las asociaciones de comerciantes serán quienes tomen el reto
ofreciendo la guía que permita a través del estímulo y elaboración de
estrategias, tomar la senda de la modernidad, el crecimiento y la propia
supervivencia. Las iniciativas personales serían otra de las patas que
soportarían el peso de una estrategia de impulso. Hay que consensuar políticas
de marketing que al pequeño comercio
le situarán en opción de competir y sobre todo, atraer la atención de la
clientela. Las instituciones tienen tendencia al inmovilismos y esto es fatal
en cualquier tiempo pero en el actual puede resultar catastrófico no solo para
la credibilidad propia sino para la justificación de su permanencia, “lo que no se mejora se degrada siempre”
siendo esta verdad una exigencia para quienes ostentan responsabilidades de
representación, sean públicas o privadas. El comercio local debe expandirse, abrirse sin rubor y timidez a las
nuevas tecnologías, aprovechar las redes sociales, crear su propio entorno que
le diferencie de los demás, en una palabra incorporar una globalidad que solo
se la puede ofrecer la red, Internet. El comercio
local debe innovarse, preparar su abordaje a los nuevos clientes que
utilizan la red con descaro y como herramienta imprescindible en la acción de
informarse y adquirir bienes y servicios. El comercio local, debe estructurar sus catálogos en busca de la
especialización y abrirse a un mercado que ya no tiene naturaleza de limitado,
sino universal. El cómo lo consiga será su reto, los clientes solo esperan.
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