martes, 10 de julio de 2012

¿Quien nos defenderá?


Estamos ante un cambio “sistémico” dicen algunos expertos, es cierto, los cambios sistémicos se producen por agotamiento del propio sistema y su incapacidad para retroalimentarse. Los cambios tienen el origen y el final en las mismas consecuencias, usura desmedida, especulación sin freno, avaricia ciega. No se repara en las consecuencias, si hay fallos no serán quienes provocan el crack los sufridores, lo serán en mayor medida, las clases asalariadas, los autónomos, los funcionarios, los pequeños empresarios.

Desde el crack de 1929, hubo periodos alcistas de bonanza económica que propiciaron crecimientos e incluso aumentos salariales pero nunca proporcionales a los beneficios empresariales que en los últimos diez años, acumularon  un 23%, mientras que los salarios lo hicieron en un 3%.

El preconizado cambio sistémico que se nos presenta, trae como consecuencia nueva vuelta de tuerca a las clases contribuyentes, una clara reducción del estado del bienestar modelo de vida hasta entonces de Europa y los países que la componen, cambios profundos más dolorosos y de graves consecuencias para aquellos países con economías más supuestamente débiles y casi todos ellos ubicados en la periferia del continente.

Hay consignas para modificar nuestro modo de vida y nuestro estado del bienestar, hay que preguntarse por qué y en beneficio de quien o quienes. Que se pretende hacer, que tipo de sociedad se quiere construir.  Se pretende con la bajada de impuestos, acaso generar empleo. Falso, no se genera más empleo bajando impuestos, ni creando una sociedad desigual. Se obtendrá una mayor pobreza y por tanto inseguridad.

Las medidas que el actual gobierno toma, bajo una clara directriz del banco europeo (Alemania) es la de someternos a los interés de la oligarquía financiera y modificar nuestro sistema de vida adocenándonos y de alguna forma esclavizándonos al servicio de los más poderosos. La educación se verá seriamente mermada y desprotegida, nuestra cultura clonada e invadida por movimientos consumistas. Así la nueva ley de comercio prevé una aniquilación total del comercio convencional, autorizando la ampliación horaria indiscriminada como la desregulación de los periodos de oferta y rebajas. Se abre así la posibilidad de mantener los centros comerciales como espacios para la diversión, el consumo desaforado y la descapitalización de los ciudadanos incapaces de desprenderse de hábitos de compra compulsivos, que no le harán jamás libre, sino esclavo de sus adiciones consumistas. 

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