Un paripé orquestado por el presidente
del Parlamento para limpiar la injuria de una diputada que sin desmerecer su
mérito académico (se licenció en derecho) el político, es cuestionable. Un déficit
en propuestas o iniciativas tanto en su etapa de senadora como ahora de
diputada, dan una pobre saldo en su trayectoria.
Lo sobresaliente ha sido comprobar
como una estrategia cara a la opinión pública, con un expediente disciplinario,
trata de reparar una salida visceral,
intuitiva, por otra parte casi esperada, de quien no ha tocado suelo jamás. Daría
igual que fueran los parados de hecho, o los diputados psoe de derecho. Nada se
le resiste a la impetuosa diputada Fabra, cuando de ignorar a parados u
opositores de su ideología franquista y caprichosa se trata.
Pero ¿quién ha sido el verdadero
perjudicado de este suceso? Ni más ni menos que la credibilidad del sistema, la
clase política y la democracia, que sale herida y devaluada con este comportamiento.
La diputada Fabra tiene que dejar “todos” sus cargos públicos e irse a su casa,
no puede representar a esta sociedad y sería un ejercicio de hipocresía sin
precedentes que su grupo parlamentario no la obligara a apartarse de la vida
pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario