La división
social que hasta ahora hemos disfrutado se verá modificada, no desaparecerá
pero deberá reconvertirse. Las exigencias
serán mayores y el compromiso personal y profesional con los sectores para los
que se preste el servicio más tenso. Será quizás la primera vez en nuestra
historia reciente en la que profesionales, funcionarios, representantes
políticos y sindicales, trabajadores autónomos y por cuenta ajena y ciudadanos
en general, tendrán que asumir la obligación que contraen y mostrar una gestión
profesional rigurosa y eficaz. Se acaba el tutelaje, se termina el no me lo
dijeron, no lo sabía, no es mi problema, no estoy para eso, etc, etc… La
responsabilidad se impone con rigor, las escusas quedarán sin validez, solo lo
profesional tendrá cabida, la norma escrita será la referencia para actuar, se
impondrá el criterio de la eficacia y los resultados que se exijan. Todo se
encarecerá, por tanto nuestro tiempo pasa a una cotización real mayor, hasta
ahora poco ponderada, se entierran las pérdidas de tiempo inútiles, las
conversaciones de tono personal, los dimes y diretes que no hacen sino distraer
la tarea para la que nos pagan. No podemos permitirnos cierta relajación al
amparo de un paraguas que nos asegure o blinde nuestra posición, ya no existe.
Nadie está seguro de nada, solo quienes entienda que los tiempos son otros, que
la profesionalidad nos obliga a entregarnos con toda nuestra capacidad al
logro. No hay nada de lo que temer, ni siquiera creer que el sistema se ha
deshumanizado, solo que toca el tiempo de la responsabilidad y del esfuerzo,
del talento y la entrega, de ganarse con honradez y competencia la confianza
que sobre nuestro hacer depositen en nosotros, venga esta de donde venga.
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