Recuerdo cuando era niña que lo de la
Semana Santa nos traía, misas, rezos, silencios, bacalao y caras largas, al
menos en mi barrio, en mi casa. No había nada que celebrar, quizás se comía y
se bebía más de lo normal, no había lugares de ocio donde ir, salvo a la
Iglesia. Curiosamente he sentido esa misma sensación en el preludio de estas
vacaciones, caras largas, serias y no digo de recogimiento porque lo espiritual
es una opción más, sino caras de preocupación, de enfado, como si tampoco
hubiese nada que hacer, pero esta vez, contra un desmantelamiento generalizado
de una forma de vivir digna. A nadie le es ajeno que la calle no está bien, que
nos han engañado, manipulado, mal representado y ahora tenemos un problema
difícil de solventar. Debemos ganarnos de nuevo la calle, organizarnos como
sociedad civil y exigir cambios profundos en este sistema como modelo de
representación y convivencia. No podemos seguir ajenos a la indiferencia con
que muchos de nuestros conciudadanos actúan. Carecemos de voz que nos
represente y nos defienda. Los problemas de trabajadores, autónomos,
funcionarios y pensionistas, dejaron de ser preocupación para buscar soluciones
a quienes cometieron errores y pretenden salir airosos pasando la factura a
quienes solo hemos tenido nuestro trabajo. Este modelo está agotado,
necesitamos una política abierta y nominativa, comprometida con quien representa.
Llegó el momento de dar protagonismo a los ciudadanos, somos quienes elegimos y
por tanto quien exigimos. El movimiento del 15-M gestado por jóvenes que no han
pasado una transición, que están libres de perjuicios y de cargas, deben ser
los impulsores de una necesaria regeneración democrática y para ello, requiere
que se constituyan y se organicen con el fin de obtener la representación que
los ciudadanos necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario