La calle da repuestas a todos nuestros deseos y complace
nuestros sentidos, en la calle está la vida, el latido de nuestra comunidad. “Hacer
la calle”, es una frase manida, prostituida, que aleja el concepto mismo de su
verdad y contenido. Es cierto que en la calle estamos todos, los que la
respetan y los que la maltratan, pero no le resta un ápice de atractivo. La calle
es un espacio común al que hay que volver a ganar. Nuestra ciudad marca como
ninguna otra el sentido de convivencia y vecindad, el exponente más claro es la
“comida del lunes de Pascua, un acontecimiento único que eleva a sus vecinos a
la categoría de personas de talante y ciudadanos amigables de primera.
Son tiempos para puertas abiertas, para el encuentro, para saber
y conocer las necesidades de los demás, para compartir, para ayudar. Ha pasado
el tiempo engañoso en el que nos creíamos autosuficientes, censurando a quien
tenía e ignorando al que no. Dimos la espalda a la calle en toda su extensión
para vivir en la clausura que nuestra propia vanidad nos dictó. Lo importante
era mostrarse sin que por ello fuera necesario acercarse. La calle es nuestra,
la ciudad la hacemos entre todos, en la calle, la diversión está garantizada,
es gratis, no contamina, todo lo contrario, humaniza. En la calle está la
cultura, la convivencia, la amistad, el sentir, lo común. Ven a la calle es
nuestro espacio natural.
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