El FMI, erró en sus previsiones sobre Grecia. Tras
tres años de necesidades, penuria, y tensiones
sociales los griegos no solo han mejorado, sino que es improbable remonten y
salgan de una situación que condena a una generación a vivir en precario o a
emigrar. El FMI, suele tener estas actuaciones equívocas y cebarse sobre países
que terminan condenados a la más absoluta recesión económica, valorando solo
sus propios intereses, con las consecuencias sociales añadidas y un difícil camino
hacia la senda del bienestar. Cabe preguntarse si en este organismo se toman en
serio los diagnósticos tanto como los nombramientos del director gerente. Los últimos
“grandes ejecutivos” por orden de aparición han sido: Rodrigo Rato, salió por
la puesta de atrás, tras una gestión opaca y carente de compromiso, recala en
Bankia y ésta entra en quiebra, veremos cómo termina. Dominique Strauss-Kahn,
un “pájaro” que lo aconsejable por su conducta moral, era tenerlo alejado hasta
de la mesa familiar. Christine Lagarde, la dama soldadesca que presentada como
firme y capaz de limpiar la imagen de su antecesor, está envuelta e investigada,
por tráficos de influencia.
Bien, pues esto es lo que hay, personajes a los
que en sus manos se pone el destino de millones de personas, y que sería
pertinente preguntar si organismos como el FMI, con poder de condenar a la
miseria a todo un país, están exentos de ser llamados al orden y a sus
dirigentes exigirles las responsabilidades con las consecuencias a que de lugar.
Una elección cuidadosa y que garantice la profesionalidad e integridad moral de
quien lo representa debe llevarse a cabo por parámetros de rigor y no por
intereses políticos de conveniencia.
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