Más
que nunca precisamos investirnos de un verdadero sentido de la fraternidad,
solidaridad y lealtad a los principios que cada uno tenga a bien atesorar. Tiempos
cambiantes, tensos, difíciles y ahora no es momento de buscar culpables, es
momento de plantar cara, escarbar en nuestro interior sin dejarnos llevar por
un exceso de emociones. Son tiempos para la racionalidad. He podido
contemplar hoy en la oficina de correos dos actitudes contrapuestas que dan
para una larga reflexión. Una persona busca con qué escribir, otra que
amablemente saca de su bolso un boli y se lo brinda, saludos de despedida con gracias, sonrisa y
¡feliz navidad!
Otra
persona que entra y se desespera por la cola que hay, lo lento que va todo, la
falta de atención. Gesto contraído que albergaba problemas, quizá ninguno más
de los que la mayoría allí concentrada podríamos tener, económicos, familiares,
sentimentales…sin embargo, su rabia contenida se reflejaba en su mirada.
Hoy
hemos asistido a una tragedia sin precedentes en EE.UU. algo nos pasa, esta
sociedad que estamos creando genera comportamientos que psicólogos y sociólogos
no son capaces de diagnosticar. Estamos desviándonos hacia un materialismo que
trata de arrinconar el necesario concepto humanista de las decisiones a tomar. Una
sociedad que olvida a quien se debe es una sociedad enferma y abocada al
fracaso.
Vivir
en libertad compromete, establecer reglas de juego en el que todos tengan las
mismas oportunidades es un fin justo y necesario. Hemos vivido tutelados y
protegidos, parece claro que eso se acabó, llegan tiempos de contar cada cual
con su esfuerzo, con lo que tenga y sepa hacer y esto nos está haciendo tambalearnos
pero no perdamos la sonrisa, es contagiosa y necesaria.
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