sábado, 26 de octubre de 2013

Sin humanismo no hay valores...



Olvidamos el humanismo como si apartándolo de nuestro pensamiento, preservásemos las esencias del pragmatismo y por ende, garantizásemos la eficiencia, las capacidades y los resultados. Falso, sin el humanismo, no solo las sociedades abandonaría su fundamento esencial -estar al servicio de los ciudadanos- sino que las propias empresas perdería el fin supremo: devolver a la sociedad lo que esta les entrega. Viene esta reflexión en tono de crítica sobre algunas actitudes de la CEOE, obsesionadas con el abaratamiento del despido, los recortes a través de los ERE y la supresión de derechos logrados a través de nuestra reciente historia contemporánea. Alejados de un pensamiento cómplice con la sociedad que les acoge, la escasa cultural empresarial de este país se reduce simplemente al desarrollo ligada al mundo rural por un lado, al de los servicios por otro y a la construcción como verdadero sector generador de riqueza, y de especulación, que han propiciado un perfil de empresario con más cultura de “patrón” que de líder empresarial. Sólo algunas grandes empresas constituidas en multinacionales, han desarrollado una verdadera estrategia empresarial y con ella, un objetivo: comprar e influir sobre poderes políticos y mediáticos, para asegurarse apoyos sin límite a sus excesos, ejerciendo un tráfico de influencias que deja la igualdad de oportunidades en una ingenua e infantil aspiración. Crear un puesto de trabajo en nuestro país sigue siendo caro y por lo que se ve, de difícil comprensión, las empresas no están por la labor, quizás porque la investigación, la inclusión de nuevos valores, el relevo de quienes se jubilan a la edad, la estrategia de marketing, la internacionalización, la responsabilidad social, el respeto por el medioambiente etc., no son conceptos manejables en “patrones” incapaces de valorar y entender que las políticas empresariales no están reñidas con ningún tipo de humanismo, sino todo lo contrario.
Avilés tiene por delante el reto de recuperar el espíritu emprendedor, de atraer la mirada y atención de empresarios que hoy viven alejados de la ciudadanía, algo llamativo e inusual en otros países en los que las instituciones se vertebran para impulsar la sociedad que les acoge. Son escasas las iniciativas que se perciben en este sentido, la ciudad vive alejada de las empresas y estas de su entorno. Hay que atraerlas y comprometerlas para impulsar movimientos sociales y culturales que permitan poner en valor nuevos talentos y dinamizar una sociedad que siempre se ha destacado por su capacidad vanguardista.
El Centro Cultural Oscar Niemeyer diseñado y creado como un faro donde proyectar las ideas y el pensamiento, debe seguir siendo la gran locomotora que devuelva Avilés al plano internacional. Antonio Muñoz Molina, Annie Leibovitz, ha dejado constancia del nivel de atracción que posee, debemos recuperar este impulso y convertirnos de nuevo en el gran epicentro cultural de Asturias y de todo el país.
José María Olazábal, ha encontrado en nuestro Avilés, el lugar cálido, mágico, desde el que mandar sus mensajes, su espíritu creador, sus logros y los avilesinos lo hemos vivido con entusiasmo y entrega, porque sabemos de valores. 

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