En la última encuesta de opinión realizada
por el CIS la preocupación mayoritaria la lleva el paro con el 81,6 % le sigue
la corrupción con el 44,5% y la economía y la clase política con el 34,4% y
31,4% respectivamente. Se me ocurre que hay una conexión real y manifiesta
entre estos conceptos. Políticos y corrupción están ligados a la economía y eso
ha traído consecuencias muy graves en el empleo. Este país ha sufrido tanto en
su busca de las libertades que cuando se presentó la oportunidad, fue como
sacarse la soga del cuello y darse por satisfecho como si no hubiera que
profundizar mucho más para poder disfrutar de una sociedad responsable defendida
por unos representantes implicados en el bienestar del país y de sus
ciudadanos. No fue así, o al menos dejó en algún momento de serlo, duró poco. La
transición mantuvo su ideología y esfuerzo con el foco puesto en la defensa de
las libertades, pero también en preservar los privilegios de una oligarquía y
una clase política derivada del franquismo que no se resignaba ni bien ni mal,
a perder su estatus de clase preferente y dominante. Los resultados están al
orden del día, una sociedad crispada y una clase política cada vez más alejada
de la sociedad. Se precisan cambios profundos, gestos que devuelvan a los
ciudadanos confianza en las instituciones y para ello no queda más solución que
abrir los partidos a la sociedad con actuaciones transparentes y cambios de
personas que den paso a líderes alejados de tiempos que ya nada significan ni
aportan.
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