Olvidamos el humanismo como si
apartándolo de nuestro pensamiento, preservásemos las esencias del pragmatismo
y por ende, garantizásemos la eficiencia, las capacidades y los resultados.
Falso, sin el humanismo, no solo las sociedades abandonaría su fundamento
esencial -estar al servicio de los ciudadanos- sino que las propias empresas
perdería el fin supremo: devolver a la sociedad lo que esta les entrega. Viene
esta reflexión en tono de crítica sobre algunas actitudes de la CEOE,
obsesionadas con el abaratamiento del despido, los recortes a través de los ERE
y la supresión de derechos logrados a través de nuestra reciente historia
contemporánea. Alejados de un pensamiento cómplice con la sociedad que les acoge,
la escasa cultural empresarial de este país se reduce simplemente al desarrollo
ligada al mundo rural por un lado, al de los servicios por otro y a la construcción
como verdadero sector generador de riqueza, y de especulación, que han
propiciado un perfil de empresario con más cultura de “patrón” que de líder
empresarial. Sólo algunas grandes empresas constituidas en multinacionales, han
desarrollado una verdadera estrategia empresarial y con ella, un objetivo:
comprar e influir sobre poderes políticos y mediáticos, para asegurarse apoyos
sin límite a sus excesos, ejerciendo un tráfico de influencias que deja la
igualdad de oportunidades en una ingenua e infantil aspiración. Crear un puesto
de trabajo en nuestro país sigue siendo caro y por lo que se ve, de difícil comprensión,
las empresas no están por la labor, quizás porque la investigación, la
inclusión de nuevos valores, el relevo de quienes se jubilan a la edad, la
estrategia de marketing, la internacionalización, la responsabilidad social, el
respeto por el medioambiente etc., no son conceptos manejables en “patrones” incapaces
de valorar y entender que las políticas empresariales no están reñidas con
ningún tipo de humanismo, sino todo lo contrario.
Avilés tiene por delante el reto de
recuperar el espíritu emprendedor, de atraer la mirada y atención de
empresarios que hoy viven alejados de la ciudadanía, algo llamativo e inusual
en otros países en los que las instituciones se vertebran para impulsar la
sociedad que les acoge. Son escasas las iniciativas que se perciben en este
sentido, la ciudad vive alejada de las empresas y estas de su entorno. Hay que
atraerlas y comprometerlas para impulsar movimientos sociales y culturales que
permitan poner en valor nuevos talentos y dinamizar una sociedad que siempre se
ha destacado por su capacidad vanguardista.
El Centro Cultural Oscar Niemeyer diseñado
y creado como un faro donde proyectar las ideas y el pensamiento, debe seguir siendo
la gran locomotora que devuelva Avilés al plano internacional. Antonio Muñoz
Molina, Annie Leibovitz, ha dejado constancia del nivel de atracción que posee,
debemos recuperar este impulso y convertirnos de nuevo en el gran epicentro
cultural de Asturias y de todo el país.