domingo, 25 de agosto de 2013

Una posición discrepante...

Hace tiempo que mantengo una posición discrepante sobre los conocidos como “mercadillos populares” escasamente regulados y que se implantan en épocas estivales al albur de las convocatorias festivas. Desde un tiempo a esta parte los responsables de la administración local, ponen el foco sobre la posibilidad de hacer caja bajo la fórmula de tasa por instalarse en la vía pública (a saber control de cuantos y cuantos sin control) sin una valoración real del perjuicio que al comercio local se le hace, más en épocas de estrecheces como las que vivimos. Soy una comerciante que defiende su negocio invirtiendo en acciones para fidelizar y atraer clientes, pagar los impuestos correspondientes tanto a la administración local como a la Agencia Tributaria, además algunos de mis colegas mantienen el empleo contribuyendo con ello al sostenimiento de la sociedad. Pues bien, parece no ser suficiente a tenor de la lasa actitud con la que se permiten implantaciones masivas de vendedores que buscan la oportunidad puntual y pasaran sin más huella por nuestra ciudad, eso sí, habrán puesto artículos a la mano del consumidor sin garantía de devolución y ni siquiera calidad contrastada.

Poco puede dejar este tipo de mercadillos en la ciudad salvo un cabreo e indignación de quienes cada día luchamos en la defensa de los intereses particulares y generales de Avilés. La actual permisividad con la que la administración local trata estos asuntos, nos obliga a ser mucho más reivindicativos y exigentes a la hora de examinar los programas con los que nuestros representantes acuden a las convocatorias electorales. Es necesario un mayor protagonismo de las asociaciones de comerciantes conjuntamente con la administración local en estos asuntos en los que tanto nos estamos jugando: nuestra supervivencia.

viernes, 9 de agosto de 2013

Una decepción más...

Ni Renfe, ni Adif, “entes inmateriales, insensibles, insensatos, irresponsables, etéreos, oníricos, virtuales” a tenor de su actitud ante lo real, lo dramático, lo trágico, lo fatal de una tragedia que costó setenta y nueve vidas y más de un centenar de heridos, algunos de ellos en estado crítico, ha sido suficiente para obtener una dimisión de los responsables últimos. La curva de la Grandeira en el recorrido de alta velocidad Ourense-Santiago fue valorada y ponderada por un equipo de “técnicos” quizás sobre un mapa en un despacho bien equipado con vistas a una plaza custodiada por árboles cuidados, bancos donde alimentar recuerdos y niños felices jugando y corriendo tras las palomas, dando por sentado que la curva señalada en trazo grueso limitándola a 80 km/hora, sería un certificado de seguridad para los cientos de viajeros que con sus equipajes, preocupaciones, ilusiones y esperanzas, harían el recorrido cada día ¿Por qué no a 30 km/hora como ahora se rectifica? ¿Por qué ahora a 5 km antes del lugar fatídico se instala una limitación de velocidad de 160 km/hora, indicada con un cartelón en la vía?
Ni Julio Gómez-Pomar (Renfe), ni Gonzalo Ferre (Adif), han tenido la decencia de poner sus cargos a disposición, después de una comparecencia sin argumentos convincentes, al igual que la ministra Sra. Pastor ¿Por qué deberían hacerlo? El foco ya está puesto sobre Francisco José Garzón, maquinista desafortunado el Alvia que por un “despiste” tomó la Grandeira a una velocidad casi tres veces superior a la señalada. Se pudo evitar, si el rigor, el respeto, la profesionalidad, la prevención hubiera imperado en quienes ostentan la capacidad para tomar las decisiones acertadas. Este accidente nos deja de nuevo al descubierto la indefensión, la falta de compromiso, la escasa calidad democrática de un país al que al ciudadano se le ningunea y regatea sus derechos. Una decepción más, que hace pensar si nos representa quienes deberían entender que la Constitución ampara en derechos y señala la soberanía popular, como eje de convivencia democrática.
Nadie asumirá responsabilidades, Francisco José Garzón será sacrificado en nombre de víctimas, heridos y demás incompetentes de Adif, Renfe y Ministerio. El tiempo impondrá el olvido, para las familias de víctimas y heridos, el dolor. Para el resto, la estadística.