martes, 22 de enero de 2013

Las individualidades nos enriquecen


Somos el motor de la vida, poseemos ese don, y tenemos esa responsabilidad. La energía vital que de forma contagiosa trasmitimos a los demás, cuando ocurre de forma emocional y la complicidad se añade al encuentro, incluso puede surgir el amor. Somos portadores de talento e imaginación, instinto e inteligencia y esto nos convierte en los protagonistas de lo que llamamos sociedad.
Nos organizamos en torno a un urbanismo de calles, avenidas y plazas desde donde convivimos, y nos suministramos de lo necesario. Esto de forma simplificada es la ciudad, la villa, un escenario en el que cada día nos encontramos y nos deseamos buenos días.
Mantener el núcleo central de esta convivencia solo se consigue dándole “vida” a nuestro entorno, hay quien juega a la dispersión, por aquello de un afán especulativo y lograr con ello arrastrarnos a entornos más agresivos, contaminantes e insensibles con el medio ambiente. Estos fenómenos tan degradantes triunfan en las épocas de abundancia, fracasan cuando la racionalidad del consumo, la necesidad de humanizar las relaciones, se impone. La tendencia del retorno a lo convencional, viene por épocas de escasez, quizá como la precedente. Tengámoslo en cuenta y aprovechemos el momento, la vida debe renacer en torno a la ciudad, los servicios están al día, se han actualizado, el comercio, la hostelería, el ocio, es vanguardia, quizá necesitáramos de una coyuntura económica tan baja como la actual, para reconsiderar cierta normalidad y volver a ganar la confianza de los unos con los otros. Ya no más ciudades clónicas, debe emerger espontáneamente la imaginación y la capacidad de los emprendedores para demostrar que las individualidades nos enriquecen y además, son capaces de competir.
Quiero mi ciudad y me esfuerzo por añadir mi creatividad a su oferta comercial. 

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